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REFLEXIONES

Septiembre 28 de 2025 Domingo XXVI Tiempo Ordinario Ciclo C

Lecturas del día

  • Amós 6, 1a. 4-7.
  • Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10.
  • 1 Timoteo 6, 11-16.
  • Lucas 16, 19-31.

Saludo fraterno, familia y amigos.

Siempre nos podremos admirar de la actualidad incomparable de la Palabra de Dios para la vida y salvación de cada hombre. Este domingo la liturgia nos presenta estas lecturas que nos iluminan la vida en muchos sentidos, especialmente en la fe y la caridad.

 

Hemos compartido que Amós es llamado el profeta de la justicia social. Se encuentra en su misión, con un pueblo que lleva una vida cómoda, inflada por la prosperidad del reino, la riqueza, el confort y los placeres. Una vida centrada en un materialismo  y despreocupada a la vez por los necesitados; sentados a la misma puerta de sus casas. Es la realidad del «comamos y bebamos, que mañana moriremos »; es negar  la fe con las acciones y actitudes cotidianas, y con ello caer en el riesgo de vivir la vida como un «paso», un simple transitar por el mundo sin ninguna esperanza más allá de la muerte, como un disfrutemos, aprovechemos aquí porque después de la muerte no hay nada.

 

En el Evangelio, Jesús nos muestra ese cuadro, pero además, con la realidad que acontece después de esta vida. El riesgo del materialismo, la riqueza, el confort y la comodidad es el apegarnos a ellos, olvidándonos de una vivencia comprometida de la fe, olvidándonos de los que sufren y necesitados. Podemos llegar a pensar que vivimos la fe, pero realmente nuestro centro pueden ser esas realidades materiales que se muestran como parte del egoísmo y del alejamiento de Dios de este hombre que vestía y banqueteaba espléndidamente. Una vida materialista, sin ninguna perspectiva ultraterrena y olvidándose de los pobres.

 

Cuando el hombre cierra su corazón al amor y a la Palabra de Dios, no se decidirá a creer ni a vivir un compromiso de fe, aunque vea el mayor de los milagros. ¡Qué realidad más actual!

 

Somos llamados a la vida eterna; es una vida que se conquista, una llamada a la cual respondemos de una manera activa, nos ponemos en camino, nos decidimos por ella y buscamos vivirla cada día, como nos lo dice la 2ª. lectura. Es cierto que coexistimos con las realidades materiales, pero hemos de tener muy presente que ellas no son el fin, son un medio, no son el objetivo último, no, son realidades transitorias, pasajeras, que dejaremos aquí. Lo esencial y definitivo es “guardar el mandamiento sin mancha ni reproche” (2ª. lectura), el mandamiento del amor a Dios y al prójimo como a sí mismo.

Dios nos conceda su gracia, para que crezcamos en el aceptar su amor y su Palabra, para vivir la fe de manera concreta en favor de los necesitados, en favor de la justicia, del amor, del progreso común, de la verdad. No esperemos a que resucite un muerto para creer, aceptemos el amor de Dios y su Palabra para hacer este único camino que nos lleva a la salvación y a la eternidad en Cristo Jesús. De otra parte, ¡ya resucitó! ¡Hace más de dos mil años! Amén.

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Miguel Angel Cortes

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas

Lucas 16, 19-31

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.

El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto'”.