REFLEXIONES

Noviembre 26 de 2023 Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario (T.O.) Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Ciclo A.

Saludo fraterno, familia y amigos.

 

Vamos cerrando con este último domingo del tiempo ordinario el año litúrgico para encaminarnos hacia el inicio del Adviento y con él, el inicio de un nuevo ciclo, el B y el año par (II) para las lecturas del evangelio en los días entre semana.

No pienso que exista una imagen más hermosa y práctica en la revelación bíblica que plasme de una mejor manera el amor de Dios por la humanidad que la imagen del pastor y las ovejas. Quienes hayan tenido alguna experiencia pastoril podrán dar fe de ello. Un rebaño es asustadizo, supremamente manso, indefenso, vulnerable. Un rebaño sigue a la persona que se pasea entre ellas, confía, busca seguridad, alimento, protección y compañía. Dios se presenta en el Antiguo Testamento como el pastor que vendrá a pastorear Él mismo sus ovejas, se encargará de ellas, buscará a la perdida, la pondrá sobre sus hombros y la llevará de nuevo al redil, sanará a las heridas, será en últimas un verdadero pastor para su rebaño, la humanidad. Todo esto Dios lo ha cumplido y lo sigue cumpliendo en su Hijo Jesucristo y por un solo camino, el del amor. Es el camino por el cual Dios nos pastorea y nos lleva de regreso a casa, por medio del amor.

 

Dios nos ha revelado todo su amor por cada uno de nosotros, por la humanidad, en su Hijo Jesucristo. En los domingos pasados nos ha recordado todos los dones y talentos que nos ha regalado, nos ha invitado a una vigilante espera de su retorno y espera que produzcamos frutos abundantes, en especial, con los más necesitados, los desposeídos, con los cuales Jesús se identifica.

 

¡Qué difícil amar! ¡Cuántos conceptos diferentes, perspectivas, definiciones, incluso intereses, todo a veces matizado por la herida del pecado en la humanidad: el orgullo y el egoísmo! Sin embargo, Dios nos ha mostrado en su Hijo Jesucristo no solamente su desvelo, preocupación, misericordia por su rebaño, la humanidad; sino que además nos ha revelado el camino correcto y pleno del amor.

 

Hemos insistido que en ocasiones los creyentes tenemos la tentación de pensar que tenemos una línea ó conexión directas con Dios, que oramos y creemos en Él ó vivimos nuestra fe directamente con Él, sin mediaciones, pero no es así. En este texto del Evangelio Jesús nos enseña, nuevamente, que quien desee una relación con Él, ésta pasa necesariamente por el hermano, por el otro, especialmente el necesitado. Pensamos también en el tema del pecado, las ofensas y el perdón.

 

Como conclusión: Dios se nos ha revelado, nos ha mostrado el camino del amor y todo lo que ello implica para nosotros, nos llama a una respuesta a través de la fe y espera unos frutos en el amor, con todos, no solo a nivel de caridad o solidaridad, sino con todos, empezando por nosotros mismos, por la pareja, los hijos, la familia, los amigos, los necesitados de tantas realidades, no solo materiales. Sabiamente lo escribió San Juan de la Cruz, “Al atardecer de la vida seremos juzgados en el amor” y nuestro mayor dolor lo percibiremos como una pregunta ¿Por qué no amé más?

 

Ahora es nuestra tarea, como creyentes, crecer en el seguimiento de su Reino y dar frutos abundantes en el amor por nosotros mismos y por los demás. Alimentemos nuestra vida espiritual, de fe, para que nos veamos fortalecidos por la gracia de Dios y al final de nuestra jornada podamos presentarnos ante Él, sin nada material con nosotros, nada nos llevaremos, excepto nuestras obras en el amor. Amén.

Miguel Angel Cortes