REFLEXIONES

Diciembre 03 de 2023 Domingo I del Tiempo de Adviento Ciclo B.

Saludo fraterno, familia y amigos.

Iniciamos con este primer domingo de Adviento un nuevo año litúrgico, Ciclo B. Este tiempo de Adviento lo consideramos como un tiempo de alegre esperanza. En lo personal, es el tiempo de esperanza por excelencia, porque se elevan para nosotros, la humanidad, hermosos anuncios en torno a la venida del Mesías y ello enmarcado en dos momentos puntuales: La celebración de su Nacimiento entre nosotros, la Navidad, y la vigilante y gozosa espera de su segunda y gloriosa venida al final de los tiempos; el encuentro pleno y definitivo con Cristo Vivo y Glorificado.

 

El tiempo del Adviento tiene cierto paralelo con la cuaresma, se usa el mismo color morado, por ejemplo. Este paralelismo implica un sentido también de penitencia y conversión; nos preparamos para celebrar el nacimiento del Salvador en medio de nosotros, Dios se hace carne y nos diviniza; ello implica un prepararnos, purificarnos, estar preparados para celebrar ese acontecimiento del infinito amor de Dios por la humanidad caída en el pecado; se hace uno de nosotros para rescatarnos y tener la posibilidad de volver a Él, a su amor, a nuestro verdadero hogar. ¡Cómo me gusta esa expresión: “Vuelvo a casa”, a donde pertenecemos!

 

El pueblo de Israel vivió muchos momentos de “fracaso”: la esclavitud, la experiencia y opresión del pecado, el sentirse impuro para Dios, alejado de Él y de su amor, las rupturas de la Alianza, muchas veces la ceguera y dureza del corazón. Son realidades que no son ajenas a nosotros hoy, cuántas veces hemos sentido agobiado nuestro corazón por estas mismas realidades. Por la fe, sabemos que Dios nos ha salvado pero nuestro corazón se une también a la plegaria del profeta Isaías, que pareciera un lamento desde la profunda mazmorra en la que el hombre se siente abatido, sin fuerzas y desde la cual guarda la esperanza de la salvación de quien es nuestro Creador y Salvador: ¡Ojalá rasgaras los cielos y bajaras! Esa presencia para nosotros es suficiente para experimentar no solo el perdón, sino también la liberación de esclavitudes, la salvación plena y definitiva de todo cuanto nos agobia, nos aprisiona, nos esclaviza, nos limita.

 

Jesús nos invita a estar en vela, es decir, vigilantes, despiertos en una búsqueda continua por vivir respondiendo a su amor, practicando la justicia y de esta manera estar preparados, no solo para celebrar su nacimiento entre nosotros, sino también para estar preparados para cuando Él venga de manera gloriosa a nuestra vida, al Encuentro definitivo con Él en donde un abrazo eterno de su amor nos dará la certeza definitiva que aguardaba nuestra fe: que Él siempre caminó con nosotros, siempre nos escuchó, siempre nos consoló y siempre nos salvó. En ese momento lo veremos tan claro que no habrá más preguntas.

 

Abramos nuestro corazón, preparémonos, vigilemos y acojamos gozosos este tiempo de inmensa esperanza para la humanidad. Amén.

 

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Miguel Angel Cortes