REFLEXIONES

Diciembre 17 de 2023 Domingo III del Tiempo de Adviento Ciclo B.

Saludo fraterno, familia y amigos.

En este tercer domingo de Adviento podemos centrarnos en dos elementos:

  1. la alegría
  2. y la misión.

¿Por qué la alegría? Porque Dios ha ungido a su enviado con su Espíritu y le encomienda:

  •   Anunciar la buena noticia a los pobres,
  •   curar los corazones,
  •   y proclamar la libertad a los cautivos.  

Hemos insistido que desafortunadamente muchas veces vemos e incluso celebramos la fe y la salvación como un recuerdo, como algo del pasado e impedimos así que eso que celebramos, toque, transforme nuestra vida y se obre la salvación que Dios nos regala cada segundo de nuestro tiempo en el breve paso por este mundo.

Esa buena noticia es Jesucristo mismo, el Evangelio, el Hijo de Dios, el Salvador, el anunciado y esperado que llega, para quedarse y caminar con nosotros hasta el fin de los tiempos. La curación de los corazones no es para algún grupo cerrado, es para todo aquel que abre su corazón a la acción sanadora del amor de Dios; la curación es para cada uno en sus circunstancias particulares del peregrinar por la vida. La libertad es el sinónimo de lo anterior, esa libertad anunciada es la proclamación de vernos sin las ataduras de los sufrimientos que empobrecen nuestra existencia o felicidad, libres de lo que entristece nuestro corazón, libres de las cadenas que nos limitan en cualquier aspecto de nuestra vida, libres incluso de la muerte. ¡Qué gran anuncio se nos hace! ¡Qué hermosa esperanza! ¡Qué gigantesca alegría!  

¿Por qué la misión? Porque ese Espíritu se nos ha dado a todos desde el Bautismo y como miembros de Cristo que aguardamos su venida, somos llamados a ser parte de esa misión, que está enmarcada por todo el contexto de lo que implica, contiene y significa la vida cristiana. San Pablo nos brinda algunos elementos en su carta a los Tesalonicenses, de los cuales enumero los primeros que aparecen en este texto:

Ø  Vivir siempre alegres: la alegría de Cristo, la alegría del bautizado, la alegría del Evangelio, la alegría del redimido, la alegría de reconocer el caminar de Cristo en nuestra historia, la alegría de manifestar la presencia de Cristo en mi camino cotidiano, valga la redundancia.

Ø  Orar sin cesar: en palabras del Apóstol, ofrecernos nosotros mismos como hostia viva, el ofrecimiento de todo nuestro ser, como holocausto de culto a Dios. Una vida que se hace oración permanente.

Ø  Dar gracias en toda ocasión. Sabemos que para los cristianos la acción de gracias por excelencia es la celebración Eucarística. De ella brota precisamente para nuestra vida cotidiana esa acción de gracias, no sólo para con Dios sino también para con los hermanos. Innumerables dones, talentos, regalos, aspectos, dimensiones, realidades, vivencias, etc., por los cuales dar gracias.

Un domingo de alegría definitivamente. Un preparar el camino, para que, allanado, el Maestro nazca y camine sin ningún obstáculo en nuestra existencia cotidiana. Amén.

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Miguel Angel Cortes