REFLEXIONES

Enero 28 de 2024 Domingo IV del Tiempo Ordinario (T.O.) Ciclo B

Saludo fraterno, familia y amigos.

Diversos y numerosos son los elementos que nos regala la Palabra de Dios en este domingo. Quisiera compartir tres elementos:

  1. “Suscitaré un profeta entre sus hermanos, como tú”.
  2. “Se lo digo, no para ponerles una trampa, sino para que puedan vivir constantemente y sin distracciones en presencia del Señor, tal como conviene”.
  3. La autoridad salvadora de Jesús en nuestra vida.

 

Dios se ha manifestado a lo largo de los siglos de muchas maneras y continúa revelándose en el permanente avance de la historia. Los primeros cristianos vieron cumplida la promesa, de la primera lectura, en Jesucristo: el profeta por excelencia y definitivo enviado por Dios a la humanidad. En esa revelación progresiva, Dios ha mostrado su salvación, su amor y voluntad para su creación. Existían en pueblos vecinos a Israel, adivinos, pitonisas, curanderos, etc., a los que acudían en búsqueda de respuestas y sentido. Hoy día sucede lo mismo. Es tarea de cada creyente ir haciendo el discernimiento espiritual e ir descubriendo y concluyendo la voluntad de Dios para cada uno de nosotros. Es necesario dentro de ese discernimiento, dejar de lado los falsos profetas que enseñan doctrinas que ni salvan, ni liberan, ni iluminan realmente el camino del ser humano. Ya nos lo dirá claramente la segunda lectura. 

 

San Pablo hace la invitación a un trato asiduo con el Señor, un vivir sin distracciones, en su presencia, es decir, vivir sin distracciones de lo que nos ha revelado y mostrado de sí mismo, de su amor y su salvación. ¡No es una dicotomía, una división contrapuesta, no son dos situaciones antagónicas en la que una sea más válida que la otra en el seguimiento de Cristo, No! Es una invitación a que cada uno en medio de su vocación, de su vida diaria y tareas propias de cada condición, viva esa presencia de Cristo; viva el seguimiento del Maestro escuchando su Palabra, aceptarla y llevarla a la vida. Desafortunadamente, en ocasiones se piensa que el seguir a Cristo en una dedicación exclusiva a Él, es la única forma válida. ¡No! Aquel que vive sus compromisos bautismales en medio de una vida de hogar también está siguiendo al Maestro y como lo dice San Pablo: “Maridos, amen a su esposa como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”, “el hombre que ama a su esposa se ama a sí mismo” (Efesios 5, 25-33).  Amar y vivir el matrimonio en Cristo es también seguir y amar al Maestro. ¡Cuántos santos tenemos en nuestra liturgia que llevaron una vida de hogar!

 

La presencia de Jesús en la sinagoga narrada por el Evangelio de Marcos nos muestra varios aspectos a meditar y contemplar para nuestra vida de fe. Jesús es la presencia de Dios en medio de la vida del hombre, una presencia que es enseñanza, pero una enseñanza que salva al hombre del poder del maligno y lo rescata también de la ley (lo curó en sábado). Una enseñanza con autoridad, es decir, con su ejemplo, con su vida; su Palabra libera, salva, redime, levanta al ser humano sometido, encadenado. No era una enseñanza basada en grandilocuencia, no, era una enseñanza que obraba la salvación y la liberación del hombre. Es una realidad que debemos pasar siempre de los verbos en pasado al presente. Es la salvación que continúa caminando en nuestro tiempo, vida e historia personal. Es Jesús que obra su salvación por cada uno de nosotros, es su Palabra, su enseñanza con autoridad que también nos rescata, a cada uno, de cualquier situación que nos esclavice, que nos impide ser más humanos. 

 

¡Esforcémonos por escuchar a Dios en su Hijo Jesucristo, por discernir su voluntad para cada uno de nosotros, por vivir su Palabra en cualquier circunstancia particular de nuestra historia y vocación; ¡allí viviremos también con asombro y gozo su salvación que nos hace más humanos, nos lleva a ser verdaderamente quienes somos, en últimas, nos guía a ser más auténticos, más felices! ¡Eso es salvación! ¡Bendito sea Dios! ¡Amén!

 

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Miguel Angel Cortes