REFLEXIONES
Marzo 10 de 2024 IV Domingo de Cuaresma Ciclo B
Saludo fraterno, familia y amigos.
Hemos compartido que en el Antiguo Testamento subyace la mentalidad que Dios castigaba la infidelidad de su pueblo y en la primera lectura se nos presenta un brevísimo resumen de esta interpretación de la historia a la luz de la fe. El pueblo infiel es abandonado por Dios en manos de un poder extranjero, hay destrucción, desolación y la conocida deportación a Babilonia que luego de 70 años se da por terminada con Ciro, rey pagano. A través de este rey, también se lee la misericordia de Dios que salva a su pueblo y lo lleva de regreso a su tierra. Bajo esa mentalidad el pueblo leía e interpretaba su historia: Infidelidad – pecado – abandono en manos enemigas – desolación – clamor a Dios – misericordia – restauración – salvación.
En el Nuevo Testamento, continuación de la progresiva revelación de Dios a su pueblo, vamos constatando que Dios es amor y que nos ama para siempre, por encima de nuestro pecado. Él mandó a su Hijo para que el mundo se salve por Él. Nos reveló también el origen divino de Jesús, elevado en la cruz, exaltado, salvador y juez de la historia.
Ahora bien, la cruz es la manifestación máxima posible del amor de Dios y del mismo Jesús a los hombres. Es la revelación de su amor definitivo, para siempre, sin medida, sin retroceso; el amor en la alianza eterna.
La mirada al Hijo de Dios exaltado, la respuesta a Él en una vida de fe es lo que comunica la vida eterna. La actitud que tome el hombre frente a esta revelación y esta realidad del amor de Dios para siempre, define su suerte definitiva, es decir, más allá de la muerte. El hombre se juzga a sí mismo y firma su propia sentencia de condenación cuando rechaza ese amor crucificado, cuando no se vive en conformidad con la revelación, la verdad, que es el mismo Jesús.
Así como el pueblo de Israel fue recibiendo la progresiva revelación de Dios hasta hacerlo plenamente en su Hijo Jesucristo, también nosotros, como creyentes, estamos llamados a crecer y profundizar en el conocimiento de esa revelación para nuestra salvación. La salvación que Dios nos ofrece es de manera gratuita, generosa, y que “oficialmente” se inicia el día de nuestro bautismo y que salta, continúa, se plenifica en la vida eterna. Estamos llamados a esa respuesta de fe al amor de Dios en su Hijo Jesucristo, llamados a una conversión permanente en nuestra vida, llamados a vivir el amor, la misericordia de Dios, su voluntad, el Evangelio.
Jesús nos muestra en diferentes momentos la grandeza del amor y la misericordia de Dios; su salvación es gratuita, sin nada a cambio, como nos lo dice la segunda lectura: fuimos salvados por la gracia de Dios, gratuitamente. Luego de ese don, de ese regalo de Dios, espera de nosotros esa respuesta por una vida de fe y de amor, realizada de manera concreta en la búsqueda y vivencia de los valores del Evangelio.
Es la infinita generosidad de Dios, su amor revelado para siempre. La respuesta, ya depende exclusivamente del hombre y de esa respuesta depende también el destino eterno de cada uno después del paso de esta vida a la eternidad. Amén.
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Miguel Angel Cortes