REFLEXIONES

Marzo 17 de 2024 V Domingo de Cuaresma Ciclo B

Saludo fraterno, familia y amigos.

En este quinto domingo de cuaresma, ya próximos a la Semana Santa, se nos presenta un anuncio extraordinario, no sólo en su trascendencia sino en su alcance y profundidad.

 

Hubo un momento en el pueblo de Israel que no tenían nada: ni templo, ni rey como otros pueblos, ni una estructura para el culto a Dios como la mediación de los sacerdotes. Una pobreza tal que sentían que no existían ni siquiera como nación.

 

La Antigua alianza estaba atravesada por el miedo, una carga gigante de mandatos, una amenaza de castigos por la infidelidad del pueblo al pacto con Dios. Imaginemos un pueblo que viviendo esta alianza se encuentra además desposeído de todo. Es en ese contexto en el que Dios abre el corazón de los hombres a una nueva esperanza, una Nueva Alianza.

 

Esa Alianza es descrita con unos rasgos especialmente hermosos, lógicamente, por el amor:

  1. “Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente
  2. y voy a grabarla en sus corazones.
  3. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
  4. Ya nadie tendrá que instruir a su prójimo ni a su hermano,
  5. …porque todos me van a conocer,
  6. …cuando yo les perdone sus culpas
  7. y olvide para siempre sus pecados”.

 

La historia trágica de Israel termina en vida. Esta nueva Alianza se realiza en Jesús, que en el Evangelio de hoy nos anuncia su muerte pero también su consecuencia a través de la fe: “Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”. 

 

El salmo 50 que proclamamos es un hermoso himno del arrepentiemiento del hombre frente a Dios, pero también del amor y la misericordia de Dios frente a nuestra pobreza y nuestro pecado. A través de la intimidad con Dios conoceremos, en nuestro corazón, su amor para siempre; reconoceremos su perdón, su llamado a ser hombres nuevos en un camino de fe y obras en la construcción de su Reino en el mundo.

 

Jesús nos envía el Espíritu, que nos guía a la verdad plena de su revelación, a la verdad plena de su amor por la humanidad, a la verdad plena del Amor del Padre por cada uno de nosotros. Dios, en su Hijo nos perdona nuestras culpas, olvida para siempre nuestros pecados. Es nuestro turno de responder a su Amor infinito también en el Amor. Es nuestro turno de ponernos en camino y trabajar por su Reino en nuestro corazón y en nuestra vida diaria. Amén. 

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Miguel Angel Cortes