REFLEXIONES
Mayo 12 de 2024 Solemnidad de la Ascensión Ciclo B
Saludo fraterno, familia y amigos.
En ocasiones es difícil comprender realidades de nuestra fe, pero no por ello podemos abandonar la reflexión sobre los misterios de la salvación que Dios y Padre nos ha regalado por amor.
La Ascensión del Señor a los cielos, el retorno de Jesús al Padre luego de su Pasión, Muerte y Resurrección es algo como completar el círculo en la salvación obrada por Cristo. Recordando a San Pablo, Jesús no retuvo su condición divina; se anonadó, se humilló, se hizo uno de nosotros; luego de su muerte y resurrección redentoras, regresa al Padre; pero en una condición absolutamente gloriosa; allí, sentado a la derecha de Dios contemplamos este misterio del poder y triunfo total de Cristo sobre toda la creación.
Ahora bien, siempre me ha llamado la atención la conclusión del texto de los Hechos de los Apóstoles en la primera lectura:
“Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacen ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto marcharse” (Hch 1, 10-11).
Tanto la Resurrección como la Ascensión de Cristo al cielo, están íntimamente ligadas al misterio que celebraremos el próximo domingo, la venida del Espiritu Santo, es decir, ligadas al inicio de la vida de la Iglesia; pero si lo dejamos en estas palabras podemos sentir que no hay mucha conexión o identificación con cada uno de nosotros. No es así. Podemos pensar entonces que están ligadas a la tarea de cristiano en sí mismo y en el mundo. El Espíritu Santo, como Jesús mismo lo promete, está dado para la misión: ser sus testigos hasta los confines de la tierra.
Es una realidad muy tentadora para el cristiano, quedarnos “plantados” mirando al cielo, encerrarnos en un grupo de oración, encerrarnos en una “vivencia” espiritual sin una conexión a nuestra realidad cotidiana, sin una conexión con el mundo y sus circunstancias, sin ir a la misión a la cual Jesús nos llama cada día: la tarea del cristiano en el ser semilla del Evangelio en medio del mundo y la construcción de su Reino, empezando por nuestra propia vida, nuestro corazón.
Pidamos a Dios, en la espera del Espíritu, nos ayude a discernir la manera de vivir su Palabra en nuestra vida, cómo crecer en el servicio a los demás, la vivencia del amor, la búsqueda de la justicia, la verdad, la honradez, etc., en la vida de pareja, de familia, en el mundo laboral, en el mundo político, etc. En esa dinámica estaremos preparados para cuando Él venga, despiertos, vigilantes, dando los frutos que Él espera de nosotros. Amén.
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Miguel Angel Cortes