REFLEXIONES

Mayo 26 de 2024 Ciclo B
Solemnidad de la Santísima Trinidad

Saludo fraterno, familia y amigos.

Celebramos hoy un misterio central en nuestra vida de fe: El misterio “del” Dios en el cual creemos, que es Padre, Hijo y Espíritu; tres personas distintas, una sola naturaleza. Son muchos los elementos que nos presentan las lecturas para este domingo, les propongo unos básicos para nuestra fe y vida cristiana.

 

Creemos en Dios Padre que nos crea,

en Dios Hijo que nos salva

y en Dios Espíritu, que nos santifica.

 

Podemos pensar que estos verbos (crear, salvar, santificar) deberían estar en pasado, pero no!, Dios crea, salva y santifica cada segundo de nuestra historia; y esa acción presente, permanente de Dios jamás se detiene ni se detendrá; lógicamente se requiere la participación, la respuesta del hombre a la acción de Dios. No es un dios mago, ni mágico.

 

Ahora bien, Dios por amor nos hace partícipes de su misterio, nos reconoce como sus hijos pero también nos invita responderle en nuestra vida a esa filiacion, “filio” (hijo). Dios nos hace sus hijos en su Hijo Jesucristo y nos invita a vivir esa realidad. Esto nos abre una pregunta: ¿Qué implicaciones tiene para mi vida el que Dios me ha reconocido como su hijo?

 

En el hermoso texto del Evangelio de hoy, Jesús nos envía a dar fruto, con algunos elementos precisos:    

 

  1. Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos,
  2. bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;
  3. y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado.
  4. Y sepan que yo estoy con Ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

 

Desafortunadamente nos quedamos solo en el segundo punto, con las nefastas realidades que vemos hoy en algunos sectores de la Iglesia.

 

Pidamos a Dios nos de la gracia de crecer en el ser discípulos, buscar un creciente compromiso en la vivencia del mandamiento del amor y lo que ello implica, con la paz en el corazón que Él está con nosotros, camina a nuestro lado, acompaña nuestra travesía hasta el final de los tiempos, hasta nuestro retorno a patria donde realmente pertenecemos.

 

La hermosa, incomparable e inabarcable realidad del misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu, renueve cada día nuestro corazón de discípulos para que podamos dar fruto y ser testigos de su amor y salvación en medio del mundo. Amén

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Miguel Angel Cortes