REFLEXIONES
Junio 09 de 2024
X Domingo del Tiempo Ordinario (T.O.)
Ciclo B
Saludo fraterno, familia y amigos.
Hemos escuchado diferentes versiones e imágenes sobre el pecado original, algunas de ellas bastante coloridas, otras un poco rosas e incluso otras que nos pueden parecer infantiles. Todo esto hace parte del camino de profundización de lo que significan las categorías y verdades de nuestra fe. No sería pedagógicamente correcto en el camino de la fe, enseñar a un niño de 10 años para la confirmación, la realidad del pecado original como lo presenta el Catecismo de la Iglesia, por dar un ejemplo. Sería algo supremamente denso para él.
El hombre quiso apoderarse del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal; no fue una manzana. La advertencia de Dios fue clara, “el día que comas (te quieras apoderar) de ese fruto, morirás”. Algo así como: “el día que tú quieras decidir por ti mismo qué es lo bueno o malo para ti, ese día morirás”. Así fue. Ahora, el tema de la muerte no lo podemos reducir solo al plano material ó a la vida natural.
Luego del diálogo de Dios con la pareja, sentencia a la serpiente:
“. . . serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre tú y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá, en la cabeza, cuando tú la hieras en el talón”.
Este texto es conocido como el “protoevangelio”, el anuncio de la salvación de Dios en cuanto se dió el pecado original y la muerte entrará en el mundo. La imagen referida a “uno de su linaje te aplastará la cabeza” fue hermosamente plasmada por Mel Gibson en su película “La Pasión de Cristo”, cuando al salir de la oración en el huerto Jesús aplasta la cabeza de una serpiente. El séptimo arte.
En el Evangelio aparece la obstinación de algunos por rechazar a Jesús y su salvación; incluso con chismes aseverando que estaba loco o que si expulsaba los demonios era por el poder del maligno. Jesús desenmascara todo ello con una lógica contundente en torno siempre al Reino de Dios y la salvación traída y dada a los hombres. Cerrarse a la salvación anunciada y rechazar obstinadamente a Cristo es el pecado contra el Espíritu Santo, que no podrá ser perdonado.
Hermosamente, Jesús nos muestra que la cercanía con Él no es algo sanguíneo o de relaciones humanas, ni familiares, sino que radica en el cumplimiento de su voluntad. Podemos concluir que la familia cristiana acepta, busca y se esfuerza por vivir la voluntad del Padre, acepta el poder salvador de Cristo y cree en la presencia del Espíritu que santifica la vida de los creyentes y los fortalece para vivir la salvación y el Reino en medio del mundo. Amén.
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Miguel Angel Cortes