REFLEXIONES

Julio 21 de 2024 XVI Domingo del Tiempo Ordinario (T.O.) Ciclo B

Saludo fraterno, familia y amigos.

Aparecen en las lecturas de este domingo dos imágenes muy presentes a lo largo de la revelación bíblica: el pastor y el rebaño.

 

Hemos pensado tradicionalmente que el pastor es solamente el clérigo, el sacerdote, el párroco, etc., y que los demás somos el rebaño, las ovejas, a veces perdidas a las cuales hay que buscar para que volvamos al redil. Esto es parcialmente cierto.

 

En el pueblo de Israel, en el Antiguo Testamento, el gobernante también era pastor del rebaño, el pueblo, al cual se debía en su tarea administrativa y rectora. Pensemos en David, quien era pastor de ovejas y fue ungido rey para guiar, regentar y pastorear al pueblo de Dios.  La condición humana herida por el pecado enfrenta siempre las tentaciones, en este caso la tentación del poder, por la cual, quien tiene cualquier autoridad se olvida de Dios, de su voluntad para con el rebaño, de su Palabra y comienza a buscarse a sí mismo, sus intereses egoístas y se va por la ruta que sólo lo llevará al desastre: su desaparición y la dispersión del rebaño.

 

Pero Dios tiene misericordia y anuncia un pastor eterno y verdadero, que apacentará realmente a su pueblo, lo llevará por senderos justos, lo alimentará y le dará descanso. Este anuncio se cumple en Jesús, Buen Pastor, Modelo de Pastor, que nos revela el amor y la misericordia de Dios, su salvación y una vez hechos sus discípulos nos envía a ser también esos buenos pastores en medio del mundo. Todos, todos somos amados, llamados y enviados a ser buenos pastores según el corazón de Cristo; todos, no solo los sacerdotes, sino también los padres de familia, los gobernantes, los maestros, los médicos, los servidores públicos, los encargados de la autoridad y la ley, los dueños de empresa, los bautizados, etc. Pensemos dentro de esos ámbitos, cuántos hijos, pacientes, ciudadanos, estudiantes, muchas veces abandonados y abatidos, como ovejas sin pastor, sin saber qué hacer, hacia dónde seguir, ni dónde poner su esperanza. Como nos lo dice la misma Palabra, Dios pedirá cuentas.

 

Hemos compartido que solamente cuando experimentamos y conocemos la vulnerabilidad de un rebaño, es entonces cuando comprendemos un poco más profundamente esta imagen del pastor, pero también, el amor y la misericordia con las que Dios mira a la humanidad para apacentarla, reconfortarla, redimirla. Como nos lo dice la segunda lectura, la humanidad, por la cruz y la sangre de Cristo es ahora un solo pueblo, ya no hay lugar para el odio, ni la división, un solo pueblo llamado a ser mensajero y testigo de ese pastoreo.

 

Pidamos a Dios la gracia de reconocer su amor y su misericordia, para que podamos responder a su llamada de ser esos pastores según su corazón en medio del mundo y poder enseñar con nuestra vida, como Jesús, el sendero del Evangelio que es descanso del alma en la travesía de este mundo hacia las praderas eternas. Amén.

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Miguel Angel Cortes