REFLEXIONES

Septiembre 15 de 2024 XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (T.O.) Ciclo B

Saludo fraterno, familia y amigos.

A veces pensamos que el camino de la fe es un camino de pétalos de rosas y olvidamos las espinas. Debemos profundizar más y más el camino de la fe para realmente ser como el personaje de la primera lectura, un creyente que aunque sufre violencia, ultrajes, menosprecios, sabe que Dios está con él en la misión y que no quedará defraudado.

 

En el Evangelio, Pedro confiesa a Jesús como Mesías, pero a renglón seguido queda en evidencia que no ha entendido completamente su misión y salvación en el mundo. Pedro, que aunque confiesa a Jesús como Mesías, no acepta el anuncio de sufrimiento, pasión y muerte que hace el Maestro sobre sí mismo. Al instante, Él lo rechaza porque sus pensamientos son aún terrenos, según el maligno y no según el querer y la voluntad de Dios, como lo reflexionamos el Domingo pasado.

 

Jesús aclara las condiciones para seguirlo y parte de ello es la práctica, el llevar su Palabra a la vida diaria como lo indica Santiago en la 2ª. lectura. Podemos decir muchas cosas, incluso bendecir al pobre y despedirlo deseándole que la paz lo acompañe, pero sin una acción en su favor. Así sucede con el resto de las circunstancias de la vida.

 

La invitación de Jesús es a seguirlo, a cargar la cruz, con todo lo que ello implica; pero es un camino de fe, el cual necesitamos profundizar para tener la confianza plena en Dios que camina a nuestro lado, que no quedaremos defraudados y que finalmente nuestra unión con Él, a través de las palabras y las obras en la vida diaria, permanecerá y se plenificará en la eternidad.

 

Ser profetas siguiendo a nuestro Senor Jesucristo significa buscar la verdad, anunciarla, ir en pos de la rectitud, lo correcto, la honestidad, denunciar con nuestras actitudes lo que está mal, en últimas, es la vivencia del amor en cada circunstancia de nuestra vida.

 

Recuerdo que siempre le decía a las comunidades y aún lo repito: “No olviden que los profetas mueren a piedra y por sus propios semejantes”. Cuando una persona denuncia lo que está mal, cuando no tolera el robo, ni la corrupción, ni la mentira o la falsedad; cuando una persona busca vivir honestamente en su trabajo, cuando hace siempre lo correcto, cuando no cae en disputas por el poder o por brillar más, cuando anuncia con su vida los valores del Evangelio, es cuando empieza a sufrir, a ser perseguida, la quieren expulsar, porque incomoda, porque nos daña el negocio, porque nos estorba, hay que matarlo, sacarlo del camino. Eso pasa incluso al interior de la Iglesia en todos los niveles.

 

Esa es la descripción de la primera lectura, “El siervo doliente de Yahveh”; ese fue el camino en plenitud de Jesús; tan fiel al amor que decidimos matarlo. Eso pasa hoy día, cuando asumimos el camino al que Él nos invita y estamos dispuestos y comprometidos a dar la vida por Él, por su Palabra, por sus valores, por la verdad, por el amor. Allí vendrá lo enunciado arriba. La persecusión y la muerte del profeta; a piedra, o crucificado, pero lo asesinan, como a Jesús. Lo hemos compartido, es necesaria la fe, profunda, con la plena confianza en Dios de que no quedaremos ni muertos ni defraudados. 

 

Jesús nos lo dice claramente en su Evangelio, para que cuando les suceda crean. Nos lo dice hoy. Hace ocho días reflexionamos en la apertura de los oídos a la Palabra a través del milagro de Jesús, para que también nosotros, alimentados y fortalecidos en nuestra fe, renunciemos a nosotros mismos, tomemos nuestra cruz y lo sigamos. Podemos pensar que perdemos la vida, no hay tal, no quedaremos defraudados, porque Dios está con nosotros y como levantó a su Hijo del sepulcro, hará lo mismo con nosotros. Amén.

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Miguel Angel Cortes