REFLEXIONES
Noviembre 10 de 2024 XXXII Domingo del Tiempo Ordinario (T.O.) Ciclo B
Saludo fraterno, familia y amigos.
Tenemos unos elementos comunes en la 1ª. lectura y el Evangelio de este domingo: Una viuda que entrega todo lo que tiene para vivir.
En la 1ª. lectura, el profeta Elías le pide a una viuda de Sarepta, un poco de agua y pan. Ella bajo juramento le dice que sólo le queda un puñado de harina y un poco de aceite con los que preparará un pan para ella y su hijo, los comerán y luego morirán. Si lo miramos un poco más de cerca, es una situación de muerte, sabe que van a morir porque no tiene más.
En medio de esa incertidumbre, recibe el consuelo y la solicitud apremiante, nuevamente, del profeta: “No temas. Anda y prepáralo como has dicho; pero primero haz un panecillo para mí y tráemelo. Después lo harás para ti y para tu hijo”. Pero, ¿por qué ella hace lo que el profeta le pide? “porque así dice el Señor de Israel: ‘La tinaja de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra’ ”.
No solamente de manera material; la sequía, el desierto, un verano prolongado, es muchas veces un signo o una sentencia de muerte. En medio de esa situación, la viuda creyó en la palabra de parte de Dios; hizo lo que el profeta le pidió y “ni la tinaja de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó”. ¡Qué gran lección para nuestra vida hoy, en medio de un mundo cada vez más materialista, más sediento de Dios, de su Palabra y de la fe en Él!
En el Evangelio, Jesús frente a las alcancias del templo, al ver la acción de una viuda, llamó a sus discípulos y les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Ambas escenas están dentro de un contexto de fe: el profeta Elías y el Templo; la pobreza extrema de ambas; la generosidad de compartir todo lo que se tiene. Alguien puede decir que no es mucho, pero la porcentualidad lo dice todo, dar el cien por ciento, lo que queda para vivir. Pienso en este momento en el increíble contraste con el mensaje del domingo anterior. El amor al prójimo como a sí mismo, el darlo todo y la confianza inquebrantable en Dios.
Ante esta(s) mujer(es) se presentan de manera absolutamente opuestas las actitudes de los escribas, descritas por Jesús y la advertencia de tener cuidado con ellos:
“Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles;
buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes;
se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos.
Éstos recibirán un castigo muy riguroso”.
La tentación del poder, del dinero fácil, del orgullo, de la ostentación, del utilizar al otro, está al acecho, en la misma puerta de nuestra vida y mucho más en el camino de la fe.
Estamos llamados a crecer en la vivencia de la recta intención, sobre todo si es en la vivencia de la fe, si es haciendo una ofrenda a Dios, una donación al necesitado y mucho más si es prestando un servicio a los demás dentro de la misma comunidad cristiana. Aprovecharnos para sacar provecho, tomar ventaja, controlar o manipular a otros, es entrar en la dinámica de los escribas y acarrearnos un castigo muy riguroso, como lo concluye Jesús en el primer párrafo (perícopa) del Evangelio.
Jesús nos fortalezca con una fe más profunda en su Evangelio, en su Palabra, en su Reino, en la disposición del corazón, la mente, el espíritu y la voluntad para vivir la recta intención en todas nuestras acciones. “La tinaja de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará”. Amén.
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Miguel Angel Cortes
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
Mc 12, 38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso”.
En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.