REFLEXIONES
Diciembre 08 de 2024 II Domingo de Adviento Ciclo C
Saludo fraterno, familia y amigos.
Hemos compartido que el tiempo de Adviento que vivimos es un camino de preparación a la celebración del Nacimiento de Cristo en nuestra humanidad y también una mirada gozosa ante la segunda venida de Cristo. Estas dos perspectivas contienen la misma llamada, el prepararnos al encuentro con el Enviado por el Padre para nuestra salvación.
Es el anuncio gozoso que hay en la primera lectura, donde se invita a la alegría y a un gozo por la contemplación de la salvación que Dios obra por su pueblo, por la humanidad; todo ello simbolizado también en la ciudad santa de Jerusalén; es la salvación que Dios ofrece al hombre, a toda la humanidad. Sin embargo, necesitamos reflexionar en nuestra vida lo que significa esa salvación, su contenido y la manera como Dios la lleva adelante en medio de nuestra historia.
Desafortunadamente, muchas veces tenemos una visión mágica de Dios y esa visión se presta para muchas cosas: querer “manipular” a Dios, encontrar excusas para la incredulidad o para evadir un compromiso real de fe en la vida cotidiana; una visión mágica en la que pretendemos incluso hacer “exigencias” a Dios o justificar nuestras actitudes negativas en torno a la fe y a los hermanos; una visión mágica que nos lleva a pensar la salvación de Dios con una mentalidad bastante corta, a nuestra medida y muchas veces sin mayor trascendencia, con todo lo que ello implica y significa.
El anuncio gozoso de la salvación que Dios ofrece a la humanidad va unido a una llamada, la conversión. Sí, la salvación que Dios regala al mundo es del pecado y todas sus consecuencias y daños para el hombre, la pareja, la familia y la sociedad. En este tiempo de adviento, al igual que en la cuaresma, resuena también la llamada a la conversión, el estar preparados en nuestra vida y en nuestro corazón para el encuentro gozoso con el Señor que viene y se hace uno de nosotros; y por otro lado, el estar listos para cuando el Señor venga en su retorno glorioso.
En la Sagrada Escritura encontramos muchos signos y gestos que quieren materializar, expresar de manera concreta la conversión, ritos penitenciales que hacen parte también de nuestra vida de fe y de la liturgia de la Iglesia.
La entrada en la Iglesia exige la conversión, significada en el Bautismo; y el progreso de la vida misma en el Espíritu nos exige una contínua y permanente actitud de conversión; un permanente volver a Dios, un abandonar los malos caminos, un luchar por vivir el amor en cada circunstancia de nuestra vida, un buscar la honradez en el trabajo y en todas nuestras decisiones.
Es por eso, que ante un pueblo que camina en ese Espíritu y respuesta de conversión, se da ese anuncio gozoso de la salvación en medio de su pueblo. Pidamos a Dios su gracia para que renovados en nuestro bautismo, crezcamos en nuestra respuesta a esa llamada de la conversión y así en la alegría cristiana y del Espíritu, estemos bien dispuestos para celebrar su nacimiento entre nosotros y aguardar gozosos el encuentro definitivo con Él en su venida gloriosa. Amén.
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Miguel Angel Cortes
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
Lc 3, 1-6
En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.
Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:
Ha resonado una voz en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
hagan rectos sus senderos.
Todo valle será rellenado,
toda montaña y colina, rebajada;
lo tortuoso se hará derecho,
los caminos ásperos serán allanados
y todos los hombres verán la salvación de Dios.