En el Evangelio de este domingo quiero resaltar dos puntos para nuestra reflexión:

1. La visita de la Santísima Virgen María a su prima Santa Isabel.

2. La alabanza que hace Isabel a María por su fe.

La Virgen María se ha enterado de que su prima, “la que llamaban estéril”, ya tiene seis meses de embarazo. Se puso en camino, fue aprisa, sale al encuentro de quien la necesita para el momento del nacimiento del niño, que se convertirá en Juan El Bautista. Bien podemos ver en esta visita, en este encuentro, una imagen sacramental, un hecho que tiene un gran significado. Es también la visita de Dios a los hombres, Dios que viene a nuestro encuentro, que viene en nuestra ayuda, en últimas, nuestra salvación. María lleva en su seno al autor de la vida, es la Palabra de Dios que se ha hecho carne, uno de nosotros, es Dios, quien por la fe y obediencia de la Virgen, se hace historia y se encarna para acompañarnos en el tiempo, el Eterno se hace temporal en su Hijo para precisamente darnos vida eterna. No era para menos la alegría de Santa Isabel, al contemplar la visita de Dios a su vida a través de su prima María. “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” Lógicamente, la Palabra “Señor” hace referencia a Dios: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Dios?

El segundo elemento es la alabanza de Isabel por la fe de su prima. Como creyentes pienso que tenemos también la tarea de ir creciendo en la respuesta a las preguntas:

Ø ¿Qué es la fe? y

Ø ¿Cuál es mi fe, en qué creo, cuál es el contenido de mi fe?

Son dos preguntas completamente diferentes pero se complementan mutuamente. En el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos, (el cual les invito a meditar), está titulado en algunas traducciones como “Los héroes de la fe” y allí aparece en el versículo 1 una definición básica de la fe y la manera como algunos personajes del Antiguo Testamento la vivieron.

No es algo ajeno a nuestra vida; también nosotros estamos llamados a la vivencia de la fe, que no solo es aprender de memoria conceptos o fórmulas, sino que es también ir configurando nuestra vida con el Evangelio y el ser discípulos de Jesús en la vida cotidiana. El camino de la fe implica aceptación, decisión por tomar un camino y que tenga consecuencias prácticas en nuestra vida personal, de pareja, familiar, económica, etc. La fe implica abandono en las manos de Dios, trabajar por un mundo mejor, confiar en su amor y misericordia.

En muchas ocasiones se piensa que la grandeza de María está en el ser la madre de Jesús, pero yo pienso que esta visión va en detrimento de la vida y ejemplo de la Santísima Virgen para todos los creyentes y para el mundo entero. ¡Precisamente, Isabel esta alabando la fe de Maria! Ella aceptó plenamente la Palabra de Dios, su voluntad, se abandonó a su amor para siempre; aún en los momentos mas difíciles y complicados para su corazón no desesperó; ante el dolor inimaginable de ver a su Hijo torturado por los soldados del imperio y traicionado por todos; aún allí, sin gritar,

sin cuestionar el obrar de Dios; en el silencio de su corazón, creyó, esperó, confió plenamente en Él.

¡Que gran ejemplo para nosotros hoy! “¡Dichosa tú, que has creído! porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. ¡La bienaventuranza de la fe! ¡Bienaventurados, felices los que den el paso por el camino de la fe y lo vivan! Amén.

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Miguel Angel Cortes