REFLEXIONES

Enero 5 de 2025 Solemnidad de la Epifanía del Señor

Saludo fraterno, familia y amigos.

Entiendo que por nuestra cultura, manera de pensar o una interpretación que ha venido de generación en generación, por falta de catequesis, de reflexión teológica para los fieles laicos, etc., hemos visto esta solemnidad, como el acontecimiento en el que “tres reyes magos”, vienen a adorar al Niño que ha nacido, el Rey de los judíos. Es una verdad a medias; veamos por qué. Es necesario profundizar como siempre, más y más las verdades de nuestra fe.

 

El texto de Mateo nos dice que “unos magos de oriente”; otras traducciones utilizan el término “sabios”; se presentan en Jerusalén preguntando sobre un hecho que ellos dan como cierto, realizado, real: “¿Donde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo” (Mateo 2,2). 

 

Por varios motivos damos por hecho que estos sabios no eran judíos, eran “paganos” como se les llamaba a aquellos que no pertencían al pueblo de Israel. La estrella, también otro signo en el relato, los continúa guiando hasta que se detiene encima de donde estaba el niño. El texto nos narra como “lo adoraron postrados en tierra”; con todo lo que significa la postración en la Sagrada Escritura: acostarse o inclinarse profundamente hasta tocar el suelo con la frente o el rostro, postura asociada eminentemente con la adoración y la reverencia ante Dios.

 

Estos sabios son un signo, representan a todos los hombres de buena voluntad, que reconocen en el niño al Rey de los judíos. Esta postura contrasta diametralmente en los Evangelios con Herodes, los escribas, las autoridades judías y el pueblo desconcertado que rechazaron en Jesús, al Mesías enviado por Dios.  

 

Encontramos en el Diccionario de la lengua Española de la Real Academia, el significado de Epifanía: Manifestación, aparición o revelación. Celebramos entonces que Dios se ha revelado, manifestado a todos los pueblos, no solamente a los suyos, que no lo recibieron, sino a todos los pueblos de todos los tiempos, simbolizados en estos sabios de oriente, hombres de buena voluntad.

 

Tengamos presente que Dios también se nos manifiesta a nosotros hoy, en muchos momentos de nuestra vida, de nuestra historia, por caminos que no imaginamos. Es necesaria también nuestra buena voluntad, para reconocer la luz, la salvación que es Jesucristo, el Hijo de Dios, el Enviado por el Padre, el Mesías esperado por los siglos.

 

Solamente así, por un camino de respuesta a la manifestacion de Dios y de buena voluntad de parte de hombre, es como Dios hace, actúa su salvación en nuestra vida, en nuestra historia. Buena voluntad, recta intención, necesarias también en cada circunstancia de nuestra vida, para reconocer a Dios y salir a su encuentro y adorarlo. Sin buena voluntad, sin recta intención, sin ponernos en camino, sin abrir nuestro corazón, no es posible la salvación de Dios en nuestra vida, en un matrimonio, en una familia, en un trabajo, en la sociedad.

 

Demos gracias a Dios y adorésmolo en su Hijo Jesucristo, porque Él siempre se manifesta para nuestra salvación. Él nos regale su gracia para que siempre con un corazón abierto a su Palabra, con nuestra mejor buena voluntad, como los sabios de oriente, también nosotros lo reconozcamos, lo sigamos, nos llenemos de esa inmensa alegría y regresemos a nuestro camino y nuestra historia, siendo instrumentos de su amor, de su Reino, de su salvación. Amén. 

 

¡Una muy Feliz Epifanía!

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Miguel Angel Cortes 

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo

Mateo 2, 1-12

 

Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.

Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.

Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.