REFLEXIONES
Abril 06 de 2025 V Domingo de Cuaresma Ciclo C
Lecturas del día
- Isaίas 43, 16-21
- Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6
- Filipenses 3, 8-14
- Juan 8, 1-11
Saludo fraterno, familia y amigos.
El poder de Dios abrió un camino en medio del mar en la liberación de su pueblo de la esclavitud en Egipto. Un ejército perseguidor quedó “sepultado” bajo las aguas. Es lo que nos narra la primera lectura; pero nos dice a continuación que ya no recordemos eso, porque Dios hará algo aún más extraordinario: Hará brotar ríos en el desierto, para saciar la sed de su pueblo, su escogido.
Quizás nos cuesta imaginar algo así porque nunca hemos experimentado la vida en el desierto o una escasez de agua en la cual la vida esté en juego. Fue la realidad histórica de esclavitud, opresión, dolor, lamento, sed, liberación y éxodo hacia la tierra prometida. Cuando el pueblo fue deportado a Babilonia sufrió otro tanto, hasta el retorno a su patria, obrado por Dios a través de las circunstancias de la historia civil.
Demos un paso más; esta situación de opresión de su pueblo es figura de la humanidad en el orden religioso, espiritual: el hombre esclavizado por el pecado, caminando errante por ese desierto, ambiente seco, sin agua, sin esperanza, sujeto a la muerte y sediento de salvación. Dios interviene con su poder para salvar su creación.
La escena que nos presenta el Evangelio de este domingo, Juan 8, 1-11, es la hermosa practicidad de la salvación de Dios por el hombre con todas sus implicaciones. Los escribas y fariseos, acusan a una mujer de ser sorprendida en flagrante adulterio y piden su muerte, porque así lo mandaba la ley, Antiguo Testamento; pero, cosa curiosa, no traen al hombre involucrado pues la ley mandaba la muerte de ambos; sólo la mujer es acusada y puesta allí para ser lapidada.
Ante la insistencia, Jesús acude a la conciencia de los acusadores y les lanza esa sentencia a la vez cuestionante y salvadora: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. Jesús hace que la mirada de estos acusadores regrese a su propia conciencia y examinen su propio pecado; comprometiéndolos así a no erigirse en jueces del pecador.
A renglón seguido se describe otra de las escenas más hermosas de la Sagrada Escritura: Jesús solo y la mujer, de pie, la dignidad del hombre que Dios le ha regalado para siempre; el diálogo de misericordia con el anuncio de salvación que comporta un cambio de vida: “Vete y en adelante no peques más”.
¡Cuánta falta hace el silencio, para degustar la voz salvadora de Dios, para reconocer los ríos de misericordia que Dios hace brotar en el corazón hecho desierto! Es parte de la nueva creación, es parte de ese hermoso anuncio de Dios que hace el profeta Isaías, “Miren que realizo algo nuevo.Ya está brotando. ¿No lo notan?” 1ª. Lectura, 43, 19; es el cumplimiento de ese anuncio en Jesucristo que nos lo dice hermosamente al final de toda la revelación bíblica, Apocalipsis 21,5: “Yo hago nuevas todas las cosas”. La alianza eterna, la Resurrección, la nueva creación, los ríos en medio del desierto, del pedernal brotan aguas salvadoras, la redención para siempre, la llamada eterna del Maestro, la nueva creación, otra vez, por el amor, solo por la vía del amor. Amén.
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Miguel Angel Cortes
Lectura del Santo Evangelio según San Juan
Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.
Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que dices?”
Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.
Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”.