En este domingo podemos leer la primera lectura cambiando “la Sabiduría” por “Dios” y así podemos profundizar aún más la realidad no solo del amor de Dios por la humanidad sino la tarea misma que tenemos como hombres frente a nuestro Creador. El encuentro con la Sabiduría de Dios es el final de un vínculo de su iniciativa y de la apertura del hombre. Es la realidad plasmada en el texto del Evangelio conocido como la parábola de “las diez vírgenes”.

Aparecen ellas, la espera, el novio tarda, el aceite, la imposibilidad de compartir el aceite, no por egoísmo, sino por el amor a sí mismo y la intransferibilidad del mismo. Cada una debe tener su propio aceite. Es una breve descripción de la vida cristiana con el sello o la conclusión de la parábola: “Por tanto, velen, porque no saben el día ni la hora”.

Todos tenemos la tarea de buscar, amar a Dios y velar por Él. Verbos claros en la primera lectura referidos al hombre frente a la sabiduría de Dios. Igualmente, la lectura nos muestra que Dios se nos ha revelado, se nos deja ver fácilmente, se anticipa a darse, camina a nuestro lado, está a la puerta, y Él mismo busca por todas partes y les sale al encuentro, nos dignifica. Realidades y dinámicas que podemos reconocer en la vida del ser humano que se decide a hacer un camino de fe.

En el desarrollo de este camino estamos llamados como creyentes y discípulos del Maestro a ser luz en medio del mundo, dar frutos en buenas obras, llevar con nosotros el aceite de la caridad, la justicia, la solidaridad. Hemos insistido que esta dinámica sólo puede ser alimentada, fortalecida, renovada, por la Palabra de Dios y de esta manera estar preparados para nuestro encuentro definitivo con Él.

El estar preparados no es frente al fin del mundo como muchos lo piensan, es estar preparados para ese encuentro, que por cierto no será el fin, nos lo dice clarito San Pablo en la segunda lectura, no caminamos hacia la nada, hacia la muerte como muchos la piensan, no, será realmente el verdadero comienzo de la vida que salta a la eternidad. Amén. 

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Miguel Angel Cortes