REFLEXIONES
Noviembre 09 de 2025 Fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán
Lecturas del día
- Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12.
- Salmo 45, 2-3. 5-6. 8-9.
- 1 Corintios 3, 9-11. 16-17.
- Juan 2, 13-22.
Saludo fraterno, familia y amigos.
Si hay una celebración litúrgica que me haya parecido hermosa o “salida de lo normal”, fue la referente a la dedicación de una Iglesia; que como toda liturgia, maneja signos y símbolos que me parecieron bastante significativos. Si algún día tiene la oportunidad de asistir a una de ellas no lo dude, asista, participe; eso sí, si usted no es hombre de fe ni de vivir la celebración dominical, muy seguramente va a pensar de manera contraria a estas líneas.
Por supuesto, acorde a la fiesta de este día, las lecturas de este domingo están centradas en la figura, el signo del templo.
En la 1ª. lectura aparece la visión de Ezequiel, el templo de donde manan corrientes de agua; pero no es un agua simple y natural; son corrientes de las que manan vida, salud, abundancia, salvación. No es gratis que el hombre al ver un templo donde ha recibido, celebrado y contemplado su fe, lo vea como un oasis en medio del desierto de la vida, donde encuentra esos elementos enunciados que sanan el corazón y lo renuevan para continuar la travesía por el mundo hacia la patria eterna.
En la 2ª. lectura, el apóstol nos presenta dos imágenes: la comunidad como construcción, que Dios y los creyentes van desarrollando, donde “ el único cimiento válido es Jesucristo y nadie puede poner otro distinto”. La siguiente imagen es la singularidad que es cada hombre como templo de Dios, en donde habita su Espíritu y por ende la sacralidad de la vida; con todo lo que ello implica en las dos direcciones: interna y socialmente.
En el Evangelio, podemos resaltar dos elementos:
- La llamada “purificación del templo”, en donde Jesús pide explícitamente: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”. Una revelación que nos lleva a una reflexión que no podemos desarrollar ni extender aquí; solamente mencionar que en muchas ocasiones la fe se ha vuelto un mercado, un intercambio comercial, un show, una mercancía, una acumulación de riquezas, un tráfico de sacramentos, oraciones y exorcismos; degradando muchos elementos y aspectos de la fe a un simple amuleto.
- Jesús se revela como el nuevo templo. Él es el lugar verdadero y definitivo del encuentro de Dios con los hombres, un lugar por supuesto espiritual, del cual los templos son signo de ello. Jesús es el verdadero y nuevo templo de donde manan las corrientes de la salvación para toda la humanidad, para todo aquel que se acerque a Él con un corazón abierto a su Palabra y a su amor. ¡Cómo no pensar en el diálogo de Jesús con la Samaritana! Él le respondió: “Todo el que bebe de esta agua, volverá a tener sed; en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed. Porque el agua que yo quiero darle se convertirá en su interior en un manantial que conduce a la vida eterna.” (Juan 4,13-14)
Realidades de salvación que Dios nos ha revelado; las hemos recibido y vivido por la fe, las celebramos en la liturgia y experimentamos en nuestra vida diaria en el caminar hacia la plenitud en la eternidad. Nos conceda Dios su gracia para profundizar más y más en el camino de la fe y beber de la salvación que Él nos regala por amor. Amén.
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Miguel Angel Cortes
Lectura del Santo Evangelio según San Juan
Juan 2, 13-22
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?” Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.